Estás ahí.
Delante de mi.
En tu silla vacía.
Y te reprocho
una infinidad de cosas.
Callas.
Luego tú hablas.
Respondes a mis reproches.
Explicas tus porqué.
Callamos.
Las miradas reflejan
con brillo e intensidad
las palabras no dichas.
Pena.
Hablamos.
Decimos esas palabras
que no se dijeron
y quedaron sepultadas.
Pena.
Pena que la silla está
vacía.
Pena el tiempo que no
vuelve atrás.
Y las palabras no dichas,
no dichas quedarán.
Pena.
Callamos.
Afloran las lágrimas
secas.
Pena.
Acabo llorando
con lágrimas auténticas
abrazando esa silla vacía.
Pena.
A esa que nunca volverás
aunque yo te vea.
Pena.
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