NOCTURNO
Rara es
esta noche.
Hasta
he llorado estrellas.
Me es
testimonio sólo la luna...
que
blanca y suave está balanceándose
en las
ramas del sauce.
En el
infinito se dibuja
una
nada vertical.
Soledad
en el alma.
Me ha
hipnotizado el lago,
donde
la luna se reflejaba,
el agua
reía ruidosa
con su
croar de ranas...
Dentro
en lo profundo
he
creído sentir el latir
de un
corazón no mío.
Puede
ser un niño dormido
entre
nubes blancas
que un
día nacerá.
He
probado a gritar
para
comprobar si vivía o soñaba,
pero el
eco repetitivo me ha devuelto
entre
las montañas mi sola voz.
Soledad
en el alma.
Siempre
soledad.
La
luminosa luna
balanceándose
en las ramas del sauce,
ha
determinado que es solo mi imaginación.
No es
un niño. Ese niño no existe.
Ni mi
grito. Ni mi voluntad
lo
podrá despertar.
Es solo
una visión.
Quizá
un día nacerá.
O no.
Y así
he vuelto a llorar estrellas.
Nada ha
cambiado ni cambiará.
Soledad
y más soledad.
De
nuevo, bajando por el arroyo
junto
al camino pedregoso,
he
sentido un olor de hierba,
un
ruido de agua...
que me
eran conocidos.
No eran
nuevos para mi.
En
alguna ocasión
ya me
había parado en este lugar
e
introducido los dedos
en esta
gélida agua.
O no.
¿Vivo
o sueño?
Ese es
el dilema.
Quizá
existan mundos paralelos
gemelos
unos de otros.
Un
mundo es vivido.
El otro
soñado.
Quizá
entre aquél mundo vivido y éste soñado
se
interponga la gran laguna de la nada.
Soledad.
Soledad mía.
Los dos
mundos están vacíos.
Y así
ha sido todo un continuar la búsqueda de algo
que
ignoro lo que pueda ser.
El
sendero siempre es el mismo
empinado,
pedregoso, retorcido
y no
lleva a ninguna parte.
Como
Sisifo he recorrido veces infinitas
este
mismo camino y siempre,
tras un
horizonte
se
abría otro horizonte.
¿De
cual de los dos mundos?
Siento
la fatiga de caminar
de
llorar sin lágrimas.
de
intuir con dolor que
el niño
dormido es vana ilusión
y no
hay nadie real.
El
corazón cansado
es
consciente de buscar un inexistente lugar.
¿Asomará
un horizonte más
o solo
la negrura del vacío?
Una
nada sigue a otra nada.
Quizá
solo la nada sea lo real.
Quizá
no exista ni tan siquiera ella.
Y
prosigue el deambular
por
esta noche profunda
cual
fuera un fantasma vestido de luna.
Ya he
familiarizado con búhos y lechuzas
hijas
de la noche
que con
su sordo aleteo me acompañan.
Solo
ellos existen en esta mi realidad.
El búho
solitario dirige a mi
su
mirada absorta y compasiva:
Pobre
caminante, se dice, no puede vivir
entre
su gente y en la oscuridad
no
encuentra lo que busca.
¿Qué
buscará?
Un niño
mecido entre nubes digo yo.
Algo
frío me pasa cerca de la cara.
Quizá
un presentimiento.
No. No
existe ese lugar.
No
existe ningún lugar.
Sólo
las sombras desnudas
de los
que nunca existieron
se
bañan hoy en el río.
La luna
dibuja sobre ellos
cuerpos
imaginarios
con su
pálida luz,
y
también les delinea sus sonrisas blancas.
Grande
pintora es la luna
al
modelar seres inexistentes
que con
su tenue claridad,
ellos,
seres espirituales
son
capaces de cortar
flores
de nácar bañadas del rocío nocturno.
Cuando
me he acercado a ellos
se han
difuminado en la bruma violácea
que
presiente el alba
y así
he quedado sola con la luna.
Soledad
en mi alma.
¡Ay la
luna!
La luna
se ha hecho grande,
balanceándose
en su sauce
gran
madre de la noche,
compañera
de los insomnes
y de
los que buscan
seres
inexistentes
que tal
vez vivan
en el
mundo paralelo.
Luna
madre de inexistencias
tierna
y blanca presencia
luz de
caminantes perdidos
gran
dama de la noche.
Quizá
es a ti a quién busco.
Quizá
esto es solo un sueño.
Luna,
luna, gran madre nocturna
déjame
balancearme en tu sauce
déjame
reflejarme en el agua
déjame
cantar junto a las verdes ranas.
Abrázame
madre luna con tu luz.
La vida
es buscar.
Buscar
y raramente encontrar.
La
soledad un espejo de la nada.
Los
humanos, polvo estelar.
Alicia
Redel
Diccionario
Íntimo de Alicia