Recorriendo
el laberinto translúcido
llego
a los jardines del Retiro
y
allí veo los primeros pájaros muertos
aunque
luego encontraré muchos más.
La
brisa mueve las hojas de los árboles
bajo
el cielo pálido de la mañana
y
un gran silencio preside el escenario
no
animado por el piar de avecillas
como
a esa hora suele ser otros días.
Ahí
están rígidos, las patas hacia arriba,
como
preguntando al cielo un porqué.
Por
el suelo, entre hojas secas, vagan
viejos
periódicos a su aire ya aludiendo
al
devenir de la bomba neutrónica.
¿Y
quién lo hubiera creído entonces?
Cosas
de profetas de mal augurio,
pero
las pesadillas a veces se hacen reales.
Y
así he pasado junto a la Puerta de Alcalá,
gris
con sus parterres marchitos,
y
a una Cibeles triste cariacontecida.
Mi
Madrid bullanguero de siempre
sumido
en ese hosco silencio,
quién
la imaginara una cosa así.
Y
así pues subo por una calle Alcalá quieta ,
veo
la Gran Vía espectral sin ánima viva.
Los
huecos de las ventanas
como
ojos vacíos interrogantes.
Nadie
que habite tras los cristales,
ninguna
persona que transite por la calle,
un
cielo que parece como pintado
tal
es su perfección muda.
De
vivo solo queda la luz hermosa
de
la mañana en una ciudad muerta.
Contemplando
el cuadro “La Gran Vía”
de
Antonio López
Alicia
Redel
MADRID
MÁGICO